Dentro del mundo de la sociología, los estudios de historia, política, psicología y, por supuesto, del feminismo, el concepto patriarcado se utiliza para describir una «situación de distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en la que los varones tienen preeminencia en uno o varios aspectos, tales como la prohibición del derecho al sufragio, la regulación de los delitos contra la libertad sexual, la violencia de género, los regímenes de custodia legal de los hijos,
¿Qué es un patriarcado?
El concepto feminista de patriarcado hace referencia a un sistema de dominación en el que los hombres son más valiosos que las mujeres y, por ende, a ellos les corresponde mayor estatus social, el poder sobre lo que se considera valiosos socialmente (política, economía, religión, mundo militar) y que, además, les permite desarrollar su individualidad.
Entonces… ¿Qué es un patriarcado de coerción y de consentimiento?
Los “Patriarcados de coerción” serían aquellos que mantienen normas muy rígidas respecto a los papeles que deben desempeñar hombres y mujeres y cuya desobediencia puede ser castigada incluso con la muerte.
- Ejemplo: Como ejemplo en este caso podemos poner países como Arabia Saudí o Afganistán donde las mujeres tienen prohibido conducir, o salir sin cubrir sus cuerpos, abrir una cuenta bancaria, etc.
Los “Patriarcados de consentimiento” se dan en sociedades menos autoritarias. En este caso no se encarcelará ni matará a quienes no cumplan con el rol sexual asignado, sino que será la propia persona quien busque cumplir con el “mandato de género”. Este “deseo”, asumido como libre y propio, se conforma a través del modelo de feminidad normativa que circula en los medios de comunicación y cuyo papel en la nueva configuración del patriarcado es fundamental.
Es decir, por medio de los discursos sociales, las personas buscan asumir los roles de género y hay discriminación o sensaciones de culpa cuando no se llevan a cabo.
Alicia Puleo, en su artículo «Patriarcado: ¿una organización social superada?», mantiene y demuestra que los puestos de poder económico, religioso, social y político de nuestras sociedades siguen en manos de varones. La autora, además, hace hincapié en definiciones tales como patriarcado de coerción frente al patriarcado de consentimiento. Ambos conceptos, aunque se trate tan solo de un intento de clasificación y esquematización, desarrollan una estrategia propia de la estructura capitalista a favor del género masculino.
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