Vivimos con en una cultura de violación y violencia.
El fin de semana se hizo viral un video de la youtuber Nath Campos, en el cual relata la situación que vivió hace unos años con otro youtuber, #Rix. En su video no sólo relata los eventos traumáticos que vivió, sino también la experiencia que tuvo al contarle a la gente.
En el video nos cuenta que, después de lo sucedido, compartió la situación con su equipo, del cual formaba parte Rix. Los demás integrantes no dieron mucha importancia al asunto: no hubo un llamado de atención, una investigación ni ningún tipo de acción contra él. Lo que le propusieron a Nath fue que, si no se sentía cómoda trabajando junto a Rix, podía rechazar ciertas campañas, aunque ello implicara un costo laboral y económico para ella.
El video ha tenido gran repercusión y hoy está en todos los medios —así como las declaraciones de muchas otras mujeres—, pero no es nada nuevo. Siempre hemos vivido en una sociedad en la que el acoso y el abuso contra la mujer se consideran normales, en la que se prefiere dar el beneficio de la duda al posible acosador que a la posible víctima.
Como abogada me queda muy claro que debemos escuchar ambos lados de la historia y buscar más evidencia antes de declarar parte culpable, pero, como mujer, me parece muy triste que siempre sea nuestra versión la cuestionada.
Como niña y mujer, crecí escuchando historias terribles de mujeres que, al reportar un abuso, eran ridiculizadas, culpadas e incluso violentadas una vez más por la autoridad. Crecí, como muchas otras, con un miedo perpetuo a tener que vivir una situación así, al estigma social que acompaña a una denuncia.
Pongámonos a reflexionar. Las mujeres que alzan la voz ante el acoso casi siempre son tratadas como mentirosas, como que ellas “se lo buscaron”; se les ridiculiza y hasta reciben insultos. Dadas estas circunstancias, ¿por qué se expondrían a un proceso tan tortuoso si no fuera por algo verdadero?
Últimamente, las cosas han empezado a cambiar: el abuso y sus víctimas tienen cada vez más visibilidad. No obstante, aún estamos muy lejos de un mundo ideal, ya que la cultura machista sigue presente y latente. Como sociedad, solemos ser más empáticos con el posible agresor que con la posible víctima. ¿Les parece normal? Es un síntoma más de la cultura de violación y violencia en que vivimos. Somos una sociedad en la que todavía se escuchan comentarios como “los hombres no pueden controlarse” o “las mujeres los provocan” para pretender justificar o excusar el abuso.
No somos animales. Todos tenemos voluntad y no hay nada que no podamos no hacer, sobre todo cuando se trata de no abusar de una persona. Nos invito a reflexionar acerca de nuestras conductas, a meditar cómo actuamos como sociedad. Tenemos que cambiar; no hay más.
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