Cuando le platico a las personas que tomo ansiolíticos o antidepresivos se asustan. Me dan sus muestras de cariño y amor. Me dicen “Xime, estamos contigo”. Se preocupan por mí y se los agradezco. Pero quisiera decirles que mi ansiedad no es por falta de amor. Que no tengo nada roto. Lo que pasa es que mi cerebro necesita ayuda para producir ciertos químicos que, sin estos medicamentos, no podría generar por sí solo.

Cuando tienes gastritis, por ejemplo, dejas de comer ciertos alimentos que te alivianan por unos días, pero si este padecimiento se vuelve crónico, seguro vas a necesitar medicamentos para controlarlo. Dejar de comer salsa y grasa no será suficiente. Lo mismo pasa con las enfermedades mentales que no se controlan sólo con ir a terapia o echándole ganas.

El problema es que hay un enorme estigma en torno a la psiquiatría y a los medicamentos psicotrópicos. Para mí tomarlos es algo normal, me han ayudado muchísimo a llevar mi día a día. Los ansiolíticos, por ejemplo, consiguen que el paso de información entre las neuronas de mi cerebro sea más lento y por tanto, baje la ansiedad de mi cabeza.

La primera vez que fui a un psiquiatra para tratar mi ansiedad y depresión fue hace seis años, lo hice por recomendación de mi psicóloga. Me había separado de mi pareja y no podía controlar los episodios de ansiedad y manía. Entré a un mundo que no conocía. Me daba mucha pena decirle a mis amigas y amigos que necesitaba ir al psiquiatra, lo oculté por mucho tiempo.

Recuerdo que mi psiquiatra me recomendó no tomar alcohol si a la par  tomaba estos medicamentos, pero como quería ocultar que estaba en tratamiento médico, no le hacía caso y salía con mis amigos a beber. No quería que nadie supiera que estaba en tratamiento psiquiátrico y que pensaran que estaba loca.

También me pasó que después de regresar de mi maestría en Estados Unidos, caí en una depresión muy fuerte. No podía con mis días. Le mentía a todos diciéndoles que estaba haciendo ejercicio, trabajando. La realidad es que no me podía levantar de mi cama. Fueron días muy duros. Por más que «le echara ganas», mi cuerpo no respondía.

La psiquiatría no es para personas “locas”. Es una rama de la medicina que ayuda justo a tratar las enfermedades de la mente. Conforme hablo con mis amigos y amigas sobre el tema me doy cuenta que no soy la única. Tengo muchas personas cercanas que también necesitan ansiolíticos o antidepresivos para llevar su día a día.

El rollo es que la psiquiatría está tan estigmatizada que no nos atrevemos a contarlo. Pero creo que si lo hablamos y normalizamos, podemos acompañarnos en estos procesos que no son para nada sencillos y entendernos sin juzgarnos. Nos debemos tratar con mucha paciencia y ternura porque son enfermedades difíciles de controlar y no se curan de la noche a la mañana.

Actualmente estoy en un tratamiento constante con estos medicamentos, me ayudan a controlar mis ataques de ansiedad. En los últimos años he acumulado tantos que necesito desprogramarme de los medicamentos para seguir con mi vida, pero es un proceso largo. Ahora no me da pena contártelo, quiero que todas las personas nos atrevamos y acompañemos en el camino hacia nuestro bienestar emocional y mental.