En México existen más de 15 mil parteras tradicionales, de acuerdo con los datos oficiales del Instituto Nacional de Salud Pública. La partería es una práctica que comenzó aproximadamente en 1820, contaban con gran prestigio y tenían recursos terapéuticos naturales para llevar a cabo esta práctica.
De acuerdo con las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún, las parteras eran personajes respetables en la cultura mexica y se creía que rendían tributo a Chicomecóatl, diosa de la fertilidad humana y agrícola.
En 1833 la partería fue incluida en la academia como actividad profesional dentro de la
la carrera de Medicina y Cirugía. Pero a partir de la década de los 50 y 60, los médicos generales comenzaron a encargarse de los partos en los hospitales y las parteras fueron poco a poco desplazadas de esta práctica, aunque en zonas rurales y alejadas de los servicios de salud, aún tienen una presencia importante, pues son muchas las mujeres que siguen dedicándose a esta práctica ancestral y muchas otras se profesionalizan para los partos asistidos.
De hecho parteras en todo el mundo cobraron especial relevancia durante la pandemia por covid-19, pues muchas mujeres decidieron realizar sus partos en casa debido al riesgo que existía en los hospitales y a la saturación de servicios por el coronavirus, como documentó la ONU.
Actualmente, el 96% de los partos en México es atendido en hospitales, lo cual, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, provoca la saturación de los servicios o situaciones de violencia obstétrica y la medicalización excesiva durante el parto. Por eso es que se necesita que el sistema de salud legitime el modelo de partería en México y se sensibilice a las autoridades sobre el tema, para promover la inclusión de la partería profesional en los sistemas de salud y empoderar a las mujeres para una toma de decisiones informadas.
Las parteras también son una alternativa ante la violencia obstétrica que padecen las mujeres en los hospitales públicos y privados, pues ellas han sabido combinar sus conocimientos ancestrales con las mejores prácticas de la medicina para acompañar a las mujeres a que vivan un parto seguro y humanizado.
Y es que el fortalecimiento de esta profesión resultaría benéfico para atender “los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, pues las parteras están capacitadas para ofrecer consultas en casa sobre temas de anticoncepción, control prenatal a mujeres embarazadas, tamiz de cáncer cervical, vacunas, atención en aborto incompleto o intervenciones como interrupción del embarazo, así como el seguimiento a bebés recién nacidos”, de acuerdo con el Comité Promotor por una Maternidad Segura.
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