No es ningún secreto que la desigualdad educativa en todo el mundo afecta más a las mujeres que a los hombres. No lo digo yo, los datos de la UNESCO confirman que existe un mayor número de niñas sin educación que los niños: 16 millones de niñas nunca irán a la escuela en toda su vida. Y las mujeres adultas representan dos tercios de los 750 millones de personas que carecen de conocimientos básicos de alfabetización.

Lo peor es que la crisis por el covid-19 agravó esta situación. Otra vez los datos oficiales nos dicen que 47 millones de mujeres y niñas caerán en pobreza extrema debido a la pandemia y hará que 11 millones de niñas no regresen a la escuela. ¡11 MILLONES! 

Quizá es difícil imaginar el tamaño de la tragedia educativa que ya está a la vuelta de la esquina. Sin oportunidades educativas, las niñas están más expuestas a la violencia doméstica, al matrimonio infantil, al embarazo adolescente y a ser explotadas laboral o sexualmente.

En México contraen matrimonio 30 veces más las niñas de 10 a 14 años que los niños de la misma edad, lo cual les impide continuar con sus estudios. Y el 44.1% de niñas y adolescentes que trabajan sólo tienen la primaria concluida, frente al 39.8% de los niños en esa misma situación, según los datos oficiales. 

¿Y para qué nos sirve conocer estos datos? La información es clave para exigir a nuestros gobiernos que atiendan esta emergencia y elaboren políticas públicas para atender este problema. El Banco Mundial, por ejemplo, destaca el caso de Zambia. Este país africano creó un programa de apoyo económico para que las familias de las estudiantes adolescentes cuenten con los recursos para mantener a sus hijas en la escuela, y tiene un sistema de prevención para identificar a las niñas en riesgo de deserción escolar y de otras vulnerabilidades.

¿Y México qué está haciendo? En este ciclo escolar 2020-2020 no se inscribieron 5.2 millones de niñas, niños y adolescentes debido a la crisis económica y a las repercusiones por el covid-19, lo cual representa una enorme deuda del gobierno mexicano con el acceso a los derechos de la infancia, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim). 

El problema es que estos retrocesos han regresado a indicadores educativos negativos de hace cinco o 10 años atrás. No podemos perder el foco en las grandes repercusiones que esta situación dejará en todo el mundo. El gobierno tiene que articular medidas urgentes con perspectiva de género para atender esta otra emergencia nacional o de lo contrario veremos cómo se seguirán disparando los datos alarmantes. Invertir en educación es invertir en el futuro para todas y todos.