México cuenta con una de las tasas de participación laboral femenina más bajas a nivel global de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con una tasa de 44% de mujeres en puestos laborales formales. Esta representación indica lo lejos que estamos de cerrar la brecha laboral para todas. Pero éste no es sólo uno de los principales problemas.
Las mujeres que ocupamos puestos laborales nos enfrentamos a ambientes donde sexualizan nuestros cuerpos, nos discriminan por ser mujeres y el techo de cristal no nos deja avanzar en puestos directos. Recuerdo que mis primeros años formativos como abogada, llegué a pisar despachos jurídicos donde me di cuenta que las mujeres somos una moneda cambio, porque no existía una valoración por la capacidad o talentos que tenías si no por cómo te veías y claro, estos espacios siempre han sido ocupados mayoritariamente por hombres.
En una entrevista de trabajo de uno de esos despachos, por ejemplo, la primera pregunta que me hicieron fue que si tenía novio y cuáles eran mis pasatiempos favoritos, como si eso fuera lo único que definiera mi experiencia laboral. Me sentí súper ofendida pero entendí que esto viene de un machismo sistémico que permea todas las áreas laborales.
La realidad es que las mujeres tenemos que esforzarnos el doble para “ganarnos” un lugar en el mundo laboral, ya sea porque tenemos que demostrar que somos igual de competentes que ellos o que nuestro talento no se mide en un escote. De esos esfuerzos por pelear los espacios vienen otros traumas, como el síndrome de la impostora: creer que no somos lo suficientemente buenas en nuestros trabajos porque así nos los hicieron creer.
Es una odisea tener que pelear en estos territorios en el mundo laboral e históricamente han representado batallas en la conquista por nuestros derechos laborales. Actualmente aún me sucede que dirigiendo una consultoría en un puesto directivo, todavía me llevo la sorpresa de que las demás personas piensen que los hombres son los jefes y recurren a ellos antes que a mí porque no me ven como figura de autoridad por ser mujer y ser joven.
¿Cómo logro vencer estas barreras? Enfocándome en mis proyectos y sabiendo que estoy trabajando por generar empleos que beneficien a otras mujeres, desde espacios no sexistas y con oportunidades para todxs en los proyectos que lidero. Todxs podemos ser agentes de cambio para romper el techo de cristal.
0 comentarios