La búsqueda de mi identidad espiritual siempre fue un misterio. Crecí en una familia atea que no creía en nada. Recuerdo que de niña le pedía a mis papás que me hicieran mi primera comunión, como la de mis amigas. Realmente no por el sentido religioso, más bien porque me emocionaba la idea de recibir regalos y festejar.

Esta falta de creencia en algo más allá que el plano terrenal, nunca fue un problema para mí, no era consciente de ello hasta que hace algunos años viví la muerte trágica de mis amigas de la infancia. En ese momento sentí una necesidad de tener un soporte emocional y no terrenal que me ayudara a superar ciertas crisis.

Si bien somos nosotros los dueños de nuestro destino, sí creo que hay algo más allá de nuestro plano de consciencia como humanos. Me gusta creer en la energía del universo que conecta con nuestros instintos personales. Aunque soy una fiel creyente de que todo lo que obtenemos es resultado de una lucha y esfuerzo constante. Pero la espiritualidad no sólo está relacionada con lo religioso, se puede manifestar en alguna práctica artística que nos haga conectarnos con nuestra esencia. 

Ahí tenemos, por ejemplo, otras prácticas espirituales como el yoga, la astrología o la meditación: herramientas que nos ayudan a conocernos mejor y conectarnos con nosotros mismos.

A mis casi 30 años aún sigo descubriendo ese fascinante mundo interno y externo. Para mí es importante aprender a conocernos para sacarle provecho a nuestro yo. No se trata de estar en un camino infinito por la búsqueda de algún dios supremo inalcanzable. No.

La espiritualidad también se trata de reconocer el poder interno que habita en nosotros, en explorar y explotar nuestra magia. Reconocer nuestro universo interno es una aventura mística. Pero una vez que la aprendas a reconocer, tu luz se conectará con tu estrella, esa que te guía en cada paso que das.

El autoconocimiento y la exploración interna es una de las fortalezas más grandes que tenemos es para crear nuestro propio universo, ese poder que nos hará crear nuestro propio sistema de creencias, nuestras propias leyes que nos rigen. Somos nuestras propias diosas y dioses, conectados con miles más de seres, dispuestos a aprender y conectar. 

¿En qué crees tú?