Antes de la pandemia yo era LA reina del antro. Soy una persona súper social y me gustaba estar rodeada de gente. El confinamiento, el miedo a los demás, nos hizo meternos en nuestra propia cápsula y limitarnos a ver sólo a nuestro reducido grupo de personas. Si bien estas medidas ya están más relajadas, a la par de que las vacunas lograron bajar la propagación del virus, aún sentimos miedo de estar cerquita de alguien y volteamos a ver feo si alguien estornuda en público. ¡Qué miedo!
Aunque siempre estoy rodeada de gente, debo confesar que el contacto físico y cercano con las demás personas me genera ansiedad. Seguro a ti también te pasa. Antes normalizábamos que estuviéramos todos súper pegaditos en eventos, por ejemplo, y ahora esa interacción, por mínima que sea, nos abruma. ¿Te ha pasado?
La “nueva normalidad” nos exige evitar el contacto físico, dejar de frecuentar espacios y hacer rutinas que antes dábamos por hechas. Nuestro sentido social hace que nos adaptemos a estos cambios, pero nuestro cerebro no. A veces siento una culpa interna cuando decido romper la “sana distancia” y abrazar a mis amigos. La pandemia hizo que nuestras interacciones humanas fueran dañinas y a nuestra mente le cuesta trabajo esta nueva transición.
Lo que me ha ayudado a adaptarme a esta “nueva normalidad” ha sido mantener mis rutinas y espacios personales. La pandemia continúa y el mundo también sigue su curso. Poco a poco he entendido que mis formas de relacionarme con las demás personas no pueden ser las mismas. Trato de seguir viendo a mis amigos para no perder ese vínculo necesario pero ahora lo hago más consciente y soy más cuidadosa.
“¿Cómo dices eso Ximena si te la pasas viajando?”, sí seguro pensarás eso porque soy nómada y me la paso de un lado a otro por cuestiones laborales y personales. Pero lo que no ven detrás de mis viajes y salidas es que he tenido que seguir a pie de letra las indicaciones sanitarias en cada destino al que voy. Como todas las personas me cuido, procuro no estar en espacios cerrados. Aún me cuesta trabajo volver a salir como si el coronavirus no continuará afectando a miles de personas.
También me detengo a pensar lo que estoy sintiendo y escucho mis emociones cada que pienso en el siguiente plan que voy a hacer. Me escucho sin juzgarme y evalúo cada paso que doy. Lo importante es que esta nueva transición no sea tan dolorosa y fluya poco a poco. Algunos ya se enfrentaron a esta abrumadora realidad por el regreso a las oficinas, no debe ser fácil volver a interactuar con los demás luego de haber trabajado durante un año en pijama y en Zoom.
¿Cuál ha sido tu experiencia en la nueva normalidad?
0 comentarios